El pasado 5 de noviembre, nuestro club de lectura se reunió para
comentar la novela gráfica Persépolis, una obra autobiográfica de
Marjane Satrapi, autora iraní que ha sabido contar la historia de
la revolución iraní a través de su propia experiencia, desde la perspectiva de
una niña que crece bajo el nuevo régimen. Pretende denunciar la pérdida de
libertades y la injusticia social y política, al mismo tiempo que reflexiona
sobre temas universales como la libertad, la tolerancia, el amor y la
esperanza. También, pretende desafiar los estereotipos sobre Irán y
Oriente Medio.
Acompañamos a su protagonista en un viaje que no solo recorre
geografías —de Irán a Europa, del hogar a la soledad—, sino también fronteras
interiores: las de la identidad, la fe, el amor y la autonomía aprendiendo a
ser libre en un mundo que no siempre le permite serlo.
Comenzamos la sesión repasando la
trayectoria de Satrapi, reconocida no solo por Persépolis, sino también
por otras obras destacadas como Bordados y Pollo con ciruelas.
Comentamos con especial entusiasmo la concesión del Premio Princesa de
Asturias de Comunicación y Humanidades 2024, galardón que subraya la
relevancia de su trabajo como puente entre culturas. Durante la reunión leímos el
discurso que pronunció al recoger el premio, centrado en la reflexión sobre la condición
humana y las contradicciones que la acompañan. Habló de la dualidad del ser
humano, capaz tanto de cometer actos de extrema violencia como de los gestos
más solidarios y compasivos.
Cuestionó la idea de educación
basada únicamente en el éxito económico y social, recordando que incluso
personajes responsables de las peores atrocidades fueron personas instruidas.
Para Satrapi, la verdadera educación debe sustentarse en el humanismo, la
ética, el civismo y la compasión, valores esenciales para una convivencia
digna.
El discurso culminó con la
lectura de un poema del poeta persa Saadi de Shiraz, del siglo XIII, que resume
su mensaje de fraternidad: “Los seres humanos son parte de un mismo cuerpo...
Tú que eres indiferente al sufrimiento de los demás, no mereces llamarte
humano”.
La obra se estructura en cuatro partes
que narran de forma cronológica la vida de la autora.
La primera se centra en su infancia durante la Revolución
Iraní de 1979, mostrando el impacto del extremismo religioso y las nuevas
restricciones sociales, como la imposición del velo y la segregación entre
hombres y mujeres.
En la segunda, Satrapi retrata los años de la guerra contra Irak, cuando
la represión política y la violencia obligan a su familia a tomar la difícil
decisión de enviarla al extranjero.
La tercera parte transcurre en Viena, donde Marjane vive su adolescencia
enfrentándose a la soledad, el desarraigo y el descubrimiento de su propia
identidad lejos de su país.
Por último, la cuarta parte muestra el regreso a un Irán devastado, donde
las tensiones entre tradición y libertad personal la conducen finalmente al exilio
definitivo en Francia en 1994.
El debate nos llevó a reflexionar
sobre Persia, la civilización que dio origen al actual Irán, y cómo su
desaparición como entidad política no impidió que su cultura impregnara
profundamente al continente asiático. Esta mirada histórica nos permitió
comprender mejor el trasfondo cultural que impregna la obra de Satrapi.
Otro de los temas centrales fue
la revolución islámica de 1979, momento clave que cambió drásticamente
la vida social y política del país. Analizamos cómo Satrapi narra este proceso
desde una perspectiva íntima, poniendo rostro humano a los grandes
acontecimientos históricos.
También discutimos la influencia
de las potencias europeas y americanas —especialmente Reino Unido, Rusia y
Estados Unidos— en los conflictos internos de Irán, lo que añadió una dimensión
geopolítica a nuestra lectura. Este contexto nos ayudó a valorar la complejidad
del entorno en el que creció la autora.
Uno de los aspectos más
comentados fue el enfoque narrativo: la historia está contada a través
de los ojos de una niña que crece en medio de la revolución. Esta voz infantil,
que evoluciona con la protagonista, permite al lector acompañar su paso de la
inocencia a la madurez, con un equilibrio entre ternura, ironía y lucidez
crítica.
Destacamos también la elección
estética del blanco y negro, un recurso que otorga fuerza al texto. La
simplicidad visual potencia el contenido emocional y político, invitando a
centrarse en las palabras y los gestos.
Para cerrar la reunión, compartimos la lectura de algunas viñetas
significativas de Persépolis, comentando cómo en unas pocas líneas y
trazos Satrapi consigue condensar emociones, humor y denuncia social. Quiero
resaltar un fragmento especialmente significativo para mí en el capítulo titulado La boda donde Satrapi
recuerda su matrimonio.
Marjane Satrapi nos deja asomarnos a una conversación que parece sencilla
—una cena entre padres e hijos, un futuro matrimonio—, pero en realidad es un
retrato de la libertad, del amor y del destino.
El padre de Marjane, con su serenidad y su sabiduría, formula tres deseos
que son, en el fondo, un manifiesto de humanidad. Pide justicia para su hija,
libertad para su mente y felicidad para su corazón. No habla desde la
autoridad, sino desde el amor: ese amor que entiende que nadie pertenece a
nadie, y que la verdadera unión solo tiene sentido mientras haga felices a
quienes la viven.
Al final, Satrapi nos confiesa que su padre tenía razón. No como quien se
resigna, sino como quien comprende que algunos caminos deben recorrerse para
aprender a conocerse a uno mismo. En pocas viñetas, la autora logra capturar el
peso de las expectativas, el coraje de la elección y la ternura de un padre que
acepta el destino de su hija con sabiduría y sin reproches.
A pesar de haber pasado veinticinco
años desde su publicación, Persépolis continúa siendo una obra
plenamente actual. Las reflexiones de Satrapi sobre la libertad, la desigualdad
de género, el exilio y la búsqueda de identidad mantienen su fuerza y
resonancia en un mundo que sigue enfrentándose a los mismos dilemas: la lucha
de las mujeres iraníes por la libertad y la justicia.
“El miedo nos duerme la conciencia. Nos convierte en cobardes.”


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