Nora, protagonista de esta historia, es feliz con su marido y sus tres hijos. Debido a problemas de salud de éste, se ve forzada a recurrir a una artimaña para poder sacar un préstamo y financiar un viaje que mejoraría la salud de su marido.
Tras la aparición de un viejo conocido de la familia, Niels Krosgtad, todo se complica por sacar a la luz los errores de Nora. A medida que la tensión aumenta ella se va dando cuenta que a lo largo de todos los años de su vida, ha sido una mera muñeca sin autonomía, primero en manos de su padre y ahora de su marido. Lo que le lleva a plantearse numerosas cuestiones y decidir el rumbo que ha de tomar su vida.
Lo que realmente nos ha sorprendido de esta obra dramática es la valentía de este escritor noruego de abordar el tema de la emancipación de la mujer en 1879, época en la que la mujer no tenía ninguna libertad y era una humillación que un futuro director de banco se viera sometido a las decisiones de ésta.
Dicen que para escribir sus obras, Henrik Ibsen, se inspiraba en hechos reales, en esta ocasión lo hizo en la figura de Laura Kieler autora de Las hijas de Brand que pasó una temporada en casa del matrimonio Ibsen cuando vivían en Dresde. Esta, tras casarse con un profesor del Liceo recorrió un calvario que le acarreó un mes en un psiquiátrico, el divorcio y la separación legal de sus hijos. Aunque con el tiempo las cosas volvieron a su cauce, se quejaba la escritora del trastorno ocasionado en su hogar.
Decían los críticos que Ibsen atrapa las ideas, las hace suyas y no le asusta luego ponerlas a la consideración del público. Como he comentado al principio el estreno de la obra provocó críticas que traspasó continentes, haciendo al escritor cada vez más famoso. Se hablaba de Nora en la vida privada de las familias, provocado discusiones entre los detractores y defensores, en los sermones de los pastores donde recalcan el abandono de la mujer al marido y a los hijos sin recurrir al divorcio. Todo esto escrito por un autor que no se consideraba feminista. Sí es cierto que el autor aceptó a regañadientes cambiar el final para el estreno de la obra en Alemania por considerarla un ataque a los fundamentos de la familia.
He resaltado que Ibsen no era feminista por eso el tumulto provocado por la obra. En un discurso pronunciado ante un auditorio de mujeres sufragistas en mayo de 1898 dice: " Yo no pertenezco a vuestra sociedad feminista. Lo que he escrito respecto a la mujer lo he escrito sin designio tendencioso; fui más poeta y menos filósofo social de lo que se piensa. No por ello dejo de agradecer a ustedes, señoras, que hayan brindado a mi salud; pero no me merezco el honor de haber hecho nada por la emancipación de la mujer. A decir verdad, ni siquiera comprendo muy bien lo que se entiende por eso. He batallado mucho en pro de la liberación de la humanidad en general, y puede ser que a su vez haya entrado en la misma la cuestión feminista; pero esa cuestión es secundaria "
Continuaba diciendo " Constituye un objetivo que me he propuesto siempre el ennoblecimiento del pueblo; pero se requiere que las madres engendren en el alma de sus hijos, merced a un prolongado y duro trabajo, el deseo de aprender y la necesidad de la disciplina...Son las madres quienes deben resolver la emancipación de la humanidad, y no pueden hacerlo sino como madres. Esto comporta su verdadero papel "
A pesar de estas declaraciones las mujeres protagonistas ibsenianas son independientes, saben no retroceder cuando llega la ocasión.
Al escándalo de casa de muñecas le siguieron otras más, como la de Espectros, escrita en 1881, no pudiéndose representar hasta dos años después de su aparición y prohibida en Alemania e Inglaterra.
Lo que sí es cierto es que con el sonido de la puerta al cerrarse en el final de Casa de muñecas, Ibsen va a abrir otras puertas, las que las mujeres comienzan a cruzar en busca de su libertad.
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